Capitulo VI \
- Por favor, señorita, quisiera desapuntarme.
- Sí, dígame; ¿de qué quiere desapuntarse usted?
- De la vida, por supuesto. ¿No es aquí donde viene la gente a hacer los oportunos condicionales?
- Sí, sí, por supuesto pero, lo veía a usted tan joven que no me he atrevido a anticipar tales acontecimientos.
- Pues diga, cuánto me va a costar todo esto.
- Sí, un momento que consulte en mi carpeta... Sí, aquí está, sólo le va a costar pegarse un tiro en la cabeza. Bueno, y se me olvidaba decirle que tenemos ahora un fantástico descuento, me refiero a toda la burocracia imprescindible para estos casos.
- De todas maneras me sigue pareciendo muy caro. ¿No podría desapuntarme de otra manera?
- Me temo que no señor...
- Bianchón, me llamo Bianchón.
- Señor Bianchón, perdone, sí que tenemos otra maravillosa manera...
- ¡Diga, diga!
- Le puedo proporcionar el ingreso en un hospital psiquiátrico que no está nada mal
- ¡Estupendo! Eso se adapta mucho mejor a mi humilde presupuesto. Me acaba de salvar la vida señorita. Entonces... ¿le pago ahora mismo?
- Sí, sí, por favor. Siéntese ahí un momento que enseguida llamo al hospital en el que va ha ser ingresado. Un momento.
- Muchísimas gracias, señorita; muy agradecido. ¿Le he dicho ya que es usted muy guapa?
- Mucho me temo que no, pero no me vaya usted a incluir como una de sus mujeres ideales (ninfas según usted) de las que se enamora perdidamente y nunca les dice nada...
- Yeso ¿cómo lo sabe?
- Aquí sabemos las cosas sin saber porque las sabemos, no se preocupe, ya se acostumbrará.
- Bueno, bueno; respecto a lo de incluirla en mi libro, paradójicamente mencionado por usted, tendré que hacerlo como siga hablándome con tan dulce expresión. No obstante intentaré, sin represión alguna por mi parte, no hacerlo.
- Perdone, ¿cómo lo va a conseguir sin reprimirse? ¿Significa eso que ya me puedo dar por incluida?
- No, yo sólo digo que la represión es un suicidio cotidiano del cual pocos logran escapar...
- Pero si usted ha venido precisamente a eso, a dejar de vivir.
- No, creo que no nos hemos estado entendiendo. Esos que yo digo que se suicidan a diario no se mueren como lo voy a hacer yo, ellos mueren en la vida y continúan haciéndolo aunque no les guste. Yo en cambio, estoy muy seguro de lo que hago aquí... Y por cierto, yo no he dicho que viniera a dejar de vivir, sino a desapuntarme de la vida, de ahí que haya rechazado su primera oferta con la cual pretendía persuadirme para morir. Una cosa es morir y otra bien distinta bajarse del "carro" de la sociedad...
- ¿Me está llamando asesina?
- No, yo sólo digo que cumple muy bien con su tarea aquí asignada, y que por tanto quedaría muy bien como una ninfa de mi libro autobiográfico, ya que me está empezando a gustar usted.
- ¿Y qué ve usted en las señoritas para saber si a pasado los requisitos mínimos para ser ninfa de su libro? - La verdad, es simple y llanamente su modo de estar lo que me cautiva. Ya puede no hablar demasiado bien, o no ser muy linda, ya puede no ser muy agraciada ni física ni psíquicamente pero, y créame cuando le digo, que puedo enamorarme perdidamente de ella en cuanto la veo, perdiéndome en la inmensidad que es su mirada...
- Pare, pare un momento, ¿o me ha tomado por una ingenua? Si yo en vez de ser una señorita fuera un caballero, me diría que anteayer gozó de los lujuriosos favores de cuatro meretrices sólo por presumir, y si acaso no me viera muy impresionado, me diría que de lo bien que lo había hecho, no habían querido ni cobrar. Lo que pasa que, por ser yo dama, me lisonjea con agradables formas para que yo piense que es usted diferente y pueda... en fin usted ya me entiende... ¿o acaso me equivoco?
- Me duele decirle, más que nada por lo bien que ha hablado, que totalmente... digo, totalmente. Yo sólo pretendía hacerle ver mi realidad interior, que por absurda que parezca en ocasiones, es por el único valor por el que me guío.
- Perdóneme pues; creo que he sido demasiado dura con usted, pero tenía que asegurarme...
- ¿Cree que ya se ha asegurado suficiente?
- Creo que sí. Algún día leeré su libro pero, y permítame que se lo diga, usted ha estado hablando de alguien en concreto, ¿o me equivoco?
- Me deja tan asombrado como cuando mencionó lo de mi libro. ¿Cómo es capaz de saber todo eso?
- Le repito que no lo sé, simplemente salen de mi mente veloces las ideas, dando por seguras las que todavía no he cuestionado.
- Algo realmente raro, aunque nunca había entrado en ningún otro establecimiento como este para poder juzgar, mi presencia lo corrobora.
- Bueno y ¿quién es ella?, Porque también sé casi seguro que no se le podría atribuir el calificativo de "ninfa" ¿cierto?
- La verdad es que no, no se le podría llamar así porque esta me corresponde
- ¿acaso las de su libro no le corresponden de alguna forma?
- No, por supuesto que no, en mi libro soy yo el que me correspondo de alguna forma
- Hábleme de ella entonces, si no es faltar a su intimidad.
- No, no, claro que no es faltar, sólo sería, en todo caso, adelantarle algún capitulo de mi libro, nada que produzca irremediables pérdidas.
- Empiece pues, señor Bianchón, me tiene intrigada...
- Bien, cómo decírselo... Es, ella es... lo más maravilloso que mis ojos han advertido, lo más bello que mis oídos han escuchado, lo más suave que mi tacto a percibido; Es en definitiva, lo superior que mis sentidos han sentido, es como una falta y una saciedad en la misma cosa... Es como un sentimiento especial de vida interior y...
- Espere, señor Bianchón, esas mismas palabras me las ha dicho un joven esta misma mañana y además ha sido tan específico como usted, utilizando tales adjetivos y tal concisión sin dejar de ser claro como... - ¿¡Cómo!?, ¿Quién? ¿¡ ¡Quién era ese!!?
- Pues... pues, espere un momento, aquí lo tengo apuntado...
- Y ¿¡qué quería ese indeseable!?
- Pues preguntó por lo que usted ha preguntado hace un rato, sólo que este preguntaba para un amigo suyo...
- Dígame su nombre por favor, es muy importante.
- Voy, voy, un mom... ¡aquí está!, Se llamaba Javi, Javi Santos. Tenía...
- No me diga más, le conozco bastante bien y conozco muy bien, también, cuales son sus intenciones: Él, por el papel que le ha tocado interpretar, tiene el privilegio de poder pensar mas aprisa que yo, y se aprovecha vilmente de su favorable condición. Permítame que le explique, entrados ya de tan de lleno en la sufrida conversación: Él es mi creador (eso dice él), él que escribe su biografía sirviéndose de mí, su personaje ficticio, según él; por eso mismo que está sucediendo esto ahora, porque esta en su voluntad que ocurra. Él escribe ahora mientras yo se lo redacto aquí presente lo que a él le ha ocurrido esta mañana aquí mismo, utilizando "su personaje" simplemente. Lo que pasaba es que al principio de la conversación no se acordaba bien y escribía algo parecido y ha sido en el momento en que describía a su novia cuando lo ha recordado tal y como lo dijo. ¿Ahora entiende usted por qué sabía lo de mi libro y lo de mi novia? - ¿Me está diciendo que yo también formo parte del libro ese?
- Ahora mismo sí. En la realidad, bueno, en la realidad de él va como cuatro horas por delante de este suceso.
- y ¿cómo dice usted esto que está diciendo ahora si él esta mañana no ha dicho esto? Porque no creo que sea por voluntad de ese tal Javi...
- ¡Claro que sí! Sólo que le da un aire ficticio para confundimos a usted y a mi y a todos los demás locos que lean esta estúpida farsa. ¿Cómo si no iban a salir así las ideas de su mente sin ni siquiera pensarlas antes?
- ¡No lo sé! ¡Pero me está usted desesperando, lo digo en serio! ¡Oiga!...
- ¡¡No!! Óigame usted, ese indeseable quiere matarme, ¿o acaso no se da cuenta?
- y usted ¿cómo se está dando cuenta de que quiere matarle si precisamente esta en la voluntad de él que no se dé cuenta de que quiere matarle?
- Mire, hágame caso un segundo: Este señor está como una cabra ¿o acaso no se percata del lenguaje tan cursi que llevamos desarrollando durante toda la conversación? Un lenguaje totalmente enfermo para estos tiempos que corren. ¿Ve? Lo he vuelto ha hacer, emplear el lenguaje cursi y pedante...
- Pero él... ¿por qué se insulta a sí mismo de esa manera?
- ¡Por lo mismo que antes! Da tonos de confusión en su obra cual pintor surrealista en sus cuadros. Abra los ojos, pues no piense que sólo usted y yo somos productos de semificción, sino todo lo que con vida pulula por este "ruedo" que es la vida. Sólo que a otros muchos, como a usted y a mi, les tocará darse cuenta de igual forma, que ha decir verdad, es la peor de las desgracias pues nos damos cuenta que estamos condenados ha regimos en tomo a un "creador". En el mundo en el que estamos ahora mismo usted y yo, el creador puede que se llame Javi o como quiera llamarse, pero no se deje amilanar porque en el mundo en el que él habita lo tienen mucho peor, pues el creador es un ser ecléctico y fulminante llamado sociedad.
- Sí, dígame; ¿de qué quiere desapuntarse usted?
- De la vida, por supuesto. ¿No es aquí donde viene la gente a hacer los oportunos condicionales?
- Sí, sí, por supuesto pero, lo veía a usted tan joven que no me he atrevido a anticipar tales acontecimientos.
- Pues diga, cuánto me va a costar todo esto.
- Sí, un momento que consulte en mi carpeta... Sí, aquí está, sólo le va a costar pegarse un tiro en la cabeza. Bueno, y se me olvidaba decirle que tenemos ahora un fantástico descuento, me refiero a toda la burocracia imprescindible para estos casos.
- De todas maneras me sigue pareciendo muy caro. ¿No podría desapuntarme de otra manera?
- Me temo que no señor...
- Bianchón, me llamo Bianchón.
- Señor Bianchón, perdone, sí que tenemos otra maravillosa manera...
- ¡Diga, diga!
- Le puedo proporcionar el ingreso en un hospital psiquiátrico que no está nada mal
- ¡Estupendo! Eso se adapta mucho mejor a mi humilde presupuesto. Me acaba de salvar la vida señorita. Entonces... ¿le pago ahora mismo?
- Sí, sí, por favor. Siéntese ahí un momento que enseguida llamo al hospital en el que va ha ser ingresado. Un momento.
- Muchísimas gracias, señorita; muy agradecido. ¿Le he dicho ya que es usted muy guapa?
- Mucho me temo que no, pero no me vaya usted a incluir como una de sus mujeres ideales (ninfas según usted) de las que se enamora perdidamente y nunca les dice nada...
- Yeso ¿cómo lo sabe?
- Aquí sabemos las cosas sin saber porque las sabemos, no se preocupe, ya se acostumbrará.
- Bueno, bueno; respecto a lo de incluirla en mi libro, paradójicamente mencionado por usted, tendré que hacerlo como siga hablándome con tan dulce expresión. No obstante intentaré, sin represión alguna por mi parte, no hacerlo.
- Perdone, ¿cómo lo va a conseguir sin reprimirse? ¿Significa eso que ya me puedo dar por incluida?
- No, yo sólo digo que la represión es un suicidio cotidiano del cual pocos logran escapar...
- Pero si usted ha venido precisamente a eso, a dejar de vivir.
- No, creo que no nos hemos estado entendiendo. Esos que yo digo que se suicidan a diario no se mueren como lo voy a hacer yo, ellos mueren en la vida y continúan haciéndolo aunque no les guste. Yo en cambio, estoy muy seguro de lo que hago aquí... Y por cierto, yo no he dicho que viniera a dejar de vivir, sino a desapuntarme de la vida, de ahí que haya rechazado su primera oferta con la cual pretendía persuadirme para morir. Una cosa es morir y otra bien distinta bajarse del "carro" de la sociedad...
- ¿Me está llamando asesina?
- No, yo sólo digo que cumple muy bien con su tarea aquí asignada, y que por tanto quedaría muy bien como una ninfa de mi libro autobiográfico, ya que me está empezando a gustar usted.
- ¿Y qué ve usted en las señoritas para saber si a pasado los requisitos mínimos para ser ninfa de su libro? - La verdad, es simple y llanamente su modo de estar lo que me cautiva. Ya puede no hablar demasiado bien, o no ser muy linda, ya puede no ser muy agraciada ni física ni psíquicamente pero, y créame cuando le digo, que puedo enamorarme perdidamente de ella en cuanto la veo, perdiéndome en la inmensidad que es su mirada...
- Pare, pare un momento, ¿o me ha tomado por una ingenua? Si yo en vez de ser una señorita fuera un caballero, me diría que anteayer gozó de los lujuriosos favores de cuatro meretrices sólo por presumir, y si acaso no me viera muy impresionado, me diría que de lo bien que lo había hecho, no habían querido ni cobrar. Lo que pasa que, por ser yo dama, me lisonjea con agradables formas para que yo piense que es usted diferente y pueda... en fin usted ya me entiende... ¿o acaso me equivoco?
- Me duele decirle, más que nada por lo bien que ha hablado, que totalmente... digo, totalmente. Yo sólo pretendía hacerle ver mi realidad interior, que por absurda que parezca en ocasiones, es por el único valor por el que me guío.
- Perdóneme pues; creo que he sido demasiado dura con usted, pero tenía que asegurarme...
- ¿Cree que ya se ha asegurado suficiente?
- Creo que sí. Algún día leeré su libro pero, y permítame que se lo diga, usted ha estado hablando de alguien en concreto, ¿o me equivoco?
- Me deja tan asombrado como cuando mencionó lo de mi libro. ¿Cómo es capaz de saber todo eso?
- Le repito que no lo sé, simplemente salen de mi mente veloces las ideas, dando por seguras las que todavía no he cuestionado.
- Algo realmente raro, aunque nunca había entrado en ningún otro establecimiento como este para poder juzgar, mi presencia lo corrobora.
- Bueno y ¿quién es ella?, Porque también sé casi seguro que no se le podría atribuir el calificativo de "ninfa" ¿cierto?
- La verdad es que no, no se le podría llamar así porque esta me corresponde
- ¿acaso las de su libro no le corresponden de alguna forma?
- No, por supuesto que no, en mi libro soy yo el que me correspondo de alguna forma
- Hábleme de ella entonces, si no es faltar a su intimidad.
- No, no, claro que no es faltar, sólo sería, en todo caso, adelantarle algún capitulo de mi libro, nada que produzca irremediables pérdidas.
- Empiece pues, señor Bianchón, me tiene intrigada...
- Bien, cómo decírselo... Es, ella es... lo más maravilloso que mis ojos han advertido, lo más bello que mis oídos han escuchado, lo más suave que mi tacto a percibido; Es en definitiva, lo superior que mis sentidos han sentido, es como una falta y una saciedad en la misma cosa... Es como un sentimiento especial de vida interior y...
- Espere, señor Bianchón, esas mismas palabras me las ha dicho un joven esta misma mañana y además ha sido tan específico como usted, utilizando tales adjetivos y tal concisión sin dejar de ser claro como... - ¿¡Cómo!?, ¿Quién? ¿¡ ¡Quién era ese!!?
- Pues... pues, espere un momento, aquí lo tengo apuntado...
- Y ¿¡qué quería ese indeseable!?
- Pues preguntó por lo que usted ha preguntado hace un rato, sólo que este preguntaba para un amigo suyo...
- Dígame su nombre por favor, es muy importante.
- Voy, voy, un mom... ¡aquí está!, Se llamaba Javi, Javi Santos. Tenía...
- No me diga más, le conozco bastante bien y conozco muy bien, también, cuales son sus intenciones: Él, por el papel que le ha tocado interpretar, tiene el privilegio de poder pensar mas aprisa que yo, y se aprovecha vilmente de su favorable condición. Permítame que le explique, entrados ya de tan de lleno en la sufrida conversación: Él es mi creador (eso dice él), él que escribe su biografía sirviéndose de mí, su personaje ficticio, según él; por eso mismo que está sucediendo esto ahora, porque esta en su voluntad que ocurra. Él escribe ahora mientras yo se lo redacto aquí presente lo que a él le ha ocurrido esta mañana aquí mismo, utilizando "su personaje" simplemente. Lo que pasaba es que al principio de la conversación no se acordaba bien y escribía algo parecido y ha sido en el momento en que describía a su novia cuando lo ha recordado tal y como lo dijo. ¿Ahora entiende usted por qué sabía lo de mi libro y lo de mi novia? - ¿Me está diciendo que yo también formo parte del libro ese?
- Ahora mismo sí. En la realidad, bueno, en la realidad de él va como cuatro horas por delante de este suceso.
- y ¿cómo dice usted esto que está diciendo ahora si él esta mañana no ha dicho esto? Porque no creo que sea por voluntad de ese tal Javi...
- ¡Claro que sí! Sólo que le da un aire ficticio para confundimos a usted y a mi y a todos los demás locos que lean esta estúpida farsa. ¿Cómo si no iban a salir así las ideas de su mente sin ni siquiera pensarlas antes?
- ¡No lo sé! ¡Pero me está usted desesperando, lo digo en serio! ¡Oiga!...
- ¡¡No!! Óigame usted, ese indeseable quiere matarme, ¿o acaso no se da cuenta?
- y usted ¿cómo se está dando cuenta de que quiere matarle si precisamente esta en la voluntad de él que no se dé cuenta de que quiere matarle?
- Mire, hágame caso un segundo: Este señor está como una cabra ¿o acaso no se percata del lenguaje tan cursi que llevamos desarrollando durante toda la conversación? Un lenguaje totalmente enfermo para estos tiempos que corren. ¿Ve? Lo he vuelto ha hacer, emplear el lenguaje cursi y pedante...
- Pero él... ¿por qué se insulta a sí mismo de esa manera?
- ¡Por lo mismo que antes! Da tonos de confusión en su obra cual pintor surrealista en sus cuadros. Abra los ojos, pues no piense que sólo usted y yo somos productos de semificción, sino todo lo que con vida pulula por este "ruedo" que es la vida. Sólo que a otros muchos, como a usted y a mi, les tocará darse cuenta de igual forma, que ha decir verdad, es la peor de las desgracias pues nos damos cuenta que estamos condenados ha regimos en tomo a un "creador". En el mundo en el que estamos ahora mismo usted y yo, el creador puede que se llame Javi o como quiera llamarse, pero no se deje amilanar porque en el mundo en el que él habita lo tienen mucho peor, pues el creador es un ser ecléctico y fulminante llamado sociedad.
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