Capitulo IV
(Dedicado al doctor loco de la bonoloto)
Si se me llega a ocurrir diez minutos antes lo escribo, pero ahora no, ahora la maquina solo hace fotocopias por una cara, eso sí, solo si traes un pollo de regalo. Además sabiendo que en aquel sitio la gente se dedicaba a insultarse por una pequeña ventana, por la que pasaba la luz con esfuerzo y empujándola, era raro, que sirviesen cervezas con raciones de callos a la madrileña en la pequeña barra de madera.
Estando apoyado en aquella barra te da tiempo a pensar y a observar sobre el negocio. Era un negocio de cuatro metros cuadrados, de esos que cuando entran tres se tienen que salir los dependientes, de esos en los que hay una pequeña escalerilla de caracol al fondo pintada a ratos libres y que nunca nadie supo a donde conducía…
También pude darme cuenta de aquella pobre mujer (a la que le fue dedicado el capitulo anterior) que cargada con la compra diaria intentaba apartar a la gente allí acumulada para ver si le a tocado la lotería (y dio la casualidad que a todos les tocó perder) Siguiendo con la pobre anciana, cuyo único consuelo era atrochar camino por aquella tienda. Así pasamos un rato agradable, pero eso sí, apoyados en aquella barra, ni la cerveza ni los callos a la madrileña llegaron.
La verdad es que no sé si algún día las pusieron, hace tiempo que no pasamos por allí, puede que se de el caso que cuando lleguemos estén allí, las cervezas calientes y las raciones frías, así es el destino, y la vida... Como no aproveches las cosas en el mismo momento, estas cambiaran.
Continuará...
To be continue...
Si se me llega a ocurrir diez minutos antes lo escribo, pero ahora no, ahora la maquina solo hace fotocopias por una cara, eso sí, solo si traes un pollo de regalo. Además sabiendo que en aquel sitio la gente se dedicaba a insultarse por una pequeña ventana, por la que pasaba la luz con esfuerzo y empujándola, era raro, que sirviesen cervezas con raciones de callos a la madrileña en la pequeña barra de madera.
Estando apoyado en aquella barra te da tiempo a pensar y a observar sobre el negocio. Era un negocio de cuatro metros cuadrados, de esos que cuando entran tres se tienen que salir los dependientes, de esos en los que hay una pequeña escalerilla de caracol al fondo pintada a ratos libres y que nunca nadie supo a donde conducía…
También pude darme cuenta de aquella pobre mujer (a la que le fue dedicado el capitulo anterior) que cargada con la compra diaria intentaba apartar a la gente allí acumulada para ver si le a tocado la lotería (y dio la casualidad que a todos les tocó perder) Siguiendo con la pobre anciana, cuyo único consuelo era atrochar camino por aquella tienda. Así pasamos un rato agradable, pero eso sí, apoyados en aquella barra, ni la cerveza ni los callos a la madrileña llegaron.
La verdad es que no sé si algún día las pusieron, hace tiempo que no pasamos por allí, puede que se de el caso que cuando lleguemos estén allí, las cervezas calientes y las raciones frías, así es el destino, y la vida... Como no aproveches las cosas en el mismo momento, estas cambiaran.
Continuará...
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