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CAPITULO IX “2H++ 2e = H2O ó La Comunidad Del Candidillo”

- ¡Oh! Mierda, ¡me cago en la p...!- Dijo el joven Bianchón pronunciando este último sonido "p" como el que piensa en la palabra entera y no sabe porque no llega completa a sus cuerdas vocales, dejando escapar una leve brisa entre sus entrecerrados y apretados labios. Bianchón se había enterado de que su futura novia (del capítulo V) le había dejado antes de empezar a salir con él. 
    

Monólogo interior: ¿Cómo me pasan estas cosas? Soy un gilipollas, tenía que haber actuado de otra manera. Esto ya me lo había imaginado. Míralo, si es que no me hago caso de mí mismo. 


  Bianchón acababa de hablar durante horas con su amigo, con el que conoció al capitán Calzoncillo y escapó de aquella tortuosa guerra provocada por aquel curioso reloj, sobre el tema de la niña de la cual se había enamorado. Las cosas sucedieron como normalmente ocurren; casi sin darse uno mismo cuenta. Fue un enredo paulatino y rencoroso que agredía continuamente al joven y por esto es por lo que dudó un momento si debía ir otra vez a la tienda de muertes a pedir cita. 


  Monólogo interior 2: No creo que esa sea la solución; tiene que haber otra forma de... pero, si ni siquiera estoy seguro de lo que ha pasado. No puedo cortar el cardo que no ha germinado. Joder, ahora me acuerdo de aquellos tres segundos que pasé en aquella clase viendo visiones de ella que parecieron una eternidad. La clase... ¿Por qué obligarían a aquel pobre profesor de nervios a dibujar grifos en las más diversas perspectivas y formas?, Debería de estar prohibido, sólo ha servido para que tenga fobia al dibujo y pinte fatal las figuras de la física. La física ¿para qué servirá aparte de para aprobarla? Y ¿por qué siempre se estudió conjuntamente a la química? ¿Qué estará pensando ahora mi creador? Qué estupidez, pues lo mismo que pienso yo ahora. Pero, es natural que me pasen estas cosas, yo no he hecho nada para evitarlas y además casi las he invitado a producirse. ¿Qué está pasando, por qué este capítulo tiene este nombre absurdo? - Tú a callar, que tan sólo eres un personajillo-. Ya hasta los monólogos se convierten en diálogos, no se puede pensar sin que otro ser ajeno te influya; Esto me recuerda a la conversación que tuve con la amable dependienta de la tienda de muertes. Tendría que llamarla, bueno, me gustaría llamarla, que es distinto pero, ¿qué le...? 

    ­
  Se levantó del más cómodo, confortable y acogedor "sillón" de toda la casa. - Es donde mejor se piensa, en el cuarto de baño- Dijo para sí mismo, y salió por la misma puerta en la cual se quedó bastante tiempo aquel día que ardió su casa por culpa de un electrolito curioso. Bajó las escaleras y pensó que le sentaría bien despejarse un poco del tan tremendísimo disgusto que le habían dado. No había salido del portal cuando escuchó unas risas sobrecogedoras retumbar en toda la estancia; miró hacia atrás y diferenció la figura de una de las contorsionistas entre todas las niñas que bajaban por la escalera. 


     Monólogo interior 3: Joder, lo que faltaba... 


  - Hola, ¿qué tal te ha salido el examen?- Preguntó Bianchón amablemente.
- Uff, se ha pasado un montón, ha puesto lo de la pulga esa que saltaba en el rad...
      Y no escuchó más pues una corazonada le estaba pinchando en un pulmón aunque, la contorsionista siguió hablando durante algún tiempo desconocido que el problema no te daba. Algo estaba pasando y no lograba saber qué era lo que le provocaba aquella profunda apatía. Miró el inexistente reloj de su muñeca (ya que lo llevaba en el bolsillo) y simuló una tremenda prisa, así que la contorsionista cesó en su interminable parloteo e incomprensiblemente le vino a la cabeza la frase: "Ave María ¿qué tienes ahí?". Así que enseguida recordó que no se había tomado sus píldoras traídas de la isla de Entalpía para frenar en medida de lo posible su fatídica candidiosis. 
 

Monólogo interior 4: ¿Quién me mandaría veranear en aquella aldea de Canoa? Ahora estaría bien si no hubiera sido por aquellas vacaciones. 


     Siguió caminando, parándose en los escaparates que encontraba de su gusto, sentándose en las plazas infectadas por unos seres de un exagerado dimorfismo sexual: Los machos iban con camisas oscuras en las que se podía leer "rottweiler" y con unos pantalones que, a juzgar por como los llevaban (totalmente caídos), podría jurarse que habían tenido problemas del vientre. En cambio las hembras iban engalanadas con cintillos blancos de contundente grosor y con ropajes tan ajustados que, sin fijarse en demasía, pudo leer en más de una ocasión, la marca de ropa interior que lucían y que, aún así, creían poder darle el nombre de ropa interior. Se encontraba reflexionando sobre estos inquietantes temas cuando su amigo, con el que había estado hablando hacía menos de una hora, apareció entre unas de las de cintillo blanco, apartándolas como podía y con el talante algo dolido y apagado; Se acercó a Bianchón y muy serió explicó:
  - Tengo una noticia buena y otra mala...
- Pues empieza por la del medio- Replicó totalmente serio y convencido de lo que decía.
- ....(¿?).... Mira, la buena es que ya jamás se me olvidará una fórmula que tengo que saber gracias a un amigo que no he vuelto a saber de él, que se llamaba Bil.
- Estupendo, es una gran noticia...
- Calla, calla. La mala es peor... 
    

Monólogo interior 5: Claro, sino no sería la mala. 


  - Dime la mala.
- Mi novia, ha muerto, no supieron medir bien lo del radio de la luna, o yo qué sé qué y nada, que ya no hay solución... Mira que yo se lo dije, que no me gustaba que fuera a dar un salto donde lo fue a dar pero, ellá: Que sí, que sí y que sí... Si es que no somos nadie. 
    

Monólogo interior 6: ¿Cómo que no somos nadie? Nunca entiendo los chistes. Como aquel alumno que no entendía los chistes del profesor de historia. Hidrólisis: La causante de mi grave enfermedad, si no fuera (o afuera, nunca sé cómo se dice. A ver Guadalupe, tú que sabes de lengua...) por ella podría echar pises cortinos en los charcos, pero salí de Guatemala para ir a Guatepeor y por lo tanto: ¿Qué pasaría si este cable estuviera pelado?; Nadie sabe lo que sucedería pues, ya que cuando una se pone obtusa no sabe si comerse un pinchito de pulpo o si pedir ayuda para hacer las cuentas en la pizarra, Y es que eso de la enseñanza es un mundo y todos estamos expuestos a sufrir un reforma del P.P. en cualquier momento de ­nuestra vida; ¿Qué sería de nosotros si no hubiera zorros que se comieran a los conejos? ¡Seguramente tuviéramos que matar a nuestro animal exótico! Y nunca hubiéramos tenido la oportunidad de saber que 4x8 son 22 y que si le sumamos 7 obtenemos la bonita y significativa cifra 32 con lo que la reacción queda ajustada y así todas... 


     Los dos emprendieron un peligroso viaje hacia otra plaza cuando casualmente se encontraron con el genuino capitán Calzoncillo. Este estaba abatido por una gran empresa que le habían mandado realizar que consistía en llevar a destruir un peligroso animal al lugar donde había sido engendrado. Sólo así el mundo lograría deshacerse de la criatura que había sido traída para gobernar el mundo, por una mujer llamada Margarita. Así que sin pensado dos veces, los dos muchachos se unieron a la expedición.
La peligrosa criatura era un llavero que a veces cobraba vida de nombre Candidillo, y que cuando el portador introducía el dedo por la anilla, casualmente desaparecía y empezaba a ver visones extrañas del "mundo real". Los tres decidieron que había que luchar juntos contra todos los peligros que se les apareciesen, ya fueran macoys, electrolitas enfurecidos, electrolistos rabiosos de haber suspendido un examen o ya fueran (o afueran, nunca sé cómo se dice. A ver Guadalupe...) profesores de química sin datos suficientes para resolver un problema de ácido base. Ya habían recorrido larga distancia cuando Bianchón recordó su problema con su “nofuturanovia” y no tuvo más remedio para poder consolarse que repetir algunos de los monólogos anteriormente narrados. Salieron de la ciudad casi al anochecer, cuando el cielo ya está de ese rojo que sólo se puede ver a muy determinadas horas del día. Agotados por la absurda caminata, se detuvieron a ver cómo seguía Candidillo. Y todos contemplaron con temor como el ser salió de su bolsa con las llaves arrastrando diciendo: "¡lo he dicho, lo he dicho!".
  - ¡Atrás, hijo de Satanás!; huy si me ha rimado y todo- Dijo el capitán Calzoncillo con una pluma que no podía con ella.
- Capitán, ¡se ha vuelto usted maricón! ¿Verdad?- Añadió el amigo de Bianchón; que por cierto se llamaba Noquieroveracándidonienpintura. Aunque todos le llamaban Paco, más que nada para no tener que repetir semejante parrafada cada vez que querían llamado.
- No, es que a veces me sale la voz así porque la goma de estos calzoncillos me aprieta y no me ha dado tiempo a lavar mis calzoncillos del poder.
-¡Ya me estoy cansando de tanta tontería, no tenemos ni a un arquero que este bueno, ni a un enano con trenzas en las barbas ni siquiera a un nota que aguante tres flechazos y siga intentándose levantar; Yo me voy
-¡Espere señor...!- dijo Paco, juré acompañarle y así lo haré...
      No le dio tiempo a terminar de decir esto cuando, se cayó a un charco que no tenía más diez centímetros de agua y comenzó a chapotear y a retorcerse, gritando que se ahogaba, que no sabía nadar. Los demás miraban la escena sin inmutarse intercambiando miradas. Bianchón se acercó con sigilo y remangándose los pantalones con desgana, le propinó una patada por el buche que solucionó todo el problema, sacándolo del charco al instante ( que un instante no es un segundo, según un profesor de física)
Los dos dejaron al capitán con la dura tarea y regresaron a la ciudad muy despacio. Cuando hubieron llegado ya era de madrugada y contemplaron asombrados como un hombre de avanzada edad golpeaba con insistencia la puerta de una ferretería, alegando que necesitaba veintiséis grifos para un examen. También volvieron a ver a las contorsionistas intentando realizar posturas más complicadas ya un profesor dándole patadas a una tiza, gritando algo parecido a: "¡es por vuestro bien!, Es que ¿no lo entendéis?". Los dos muchachos estaban realmente cansados y Paco aún mojado así que decidieron no dar más vueltas al asunto y marcharse a casa. No pronunciaron palabra en todo lo que quedaba de trayecto; y Bianchón no hacía otra cosa que pensar en alfileres clavados en columnas ya que, inconscientemente le recordaban a su todavía amada.
                                                      Fin (Por ahora...)

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